terça-feira, 12 de agosto de 2014

A MEMÓRIA É COMO VENEZA: A RARIDADE A RESGUARDAR


                               para a Doris, In memorian
                               e para a Leonardo, sua amiga

Traduzir a vida rente ao texto
como a lâmina rasando a pele
no escanhoado do tempo.
Alguém morre alguém nasce,
o mesmo sopé?
O peixe lava nos olhos o afogado?
É sempre Deus quem se vela
na vigília do morto.
Também eu vi as cascatas
de costas e sei que as nossas vidas
se usam para a fixação
do azoto nos solos.
Mas às vezes apetece dizer: merda,
estender a esteira e esquecer a morte
lembrando os que nela se afadigam.
Contrariar, em suma, como as vagens 
com uma cobertura felpuda.
Perder uma amiga e descobrir
que um novo comprimento de onda
abre um afluente no rio que nos navega.
Tudo se extenua menos o cansaço de si mesmo.
Que nenhum sino tanja a noite!




    

sábado, 9 de agosto de 2014

A AMIZADE ENTRE SABATO E SARAMAGO: UM TESTEMUNHO


 Levei o dia a querer encetar a leitura de um livro de ensaios de Kundera, Le Rideau, de 2005, e acabo enredado no último livro de Ernesto Sábato, Espanha nos diários de minha velhice, de 2004, pequeno livro diarístico onde, leio, se «recoge la experiencia de Ernesto Sabato durante los numerosos viajes que ha realizado a nuestro país. Es un libro repleto de recuerdos, reflexiones y anécdotas, un homenaje a España». Desiderato que cumpre, com a qualidade e a lucidez habituais ao autor de Heróis e Tumbas, mas o que me emocionou deveras foi o relato da visita de Sabato a Lanzarote, para visitar Saramago. É um relato comovente, de vulnerabilidade e grandeza vivida por dois homens que foram amigos e merecedores do mútuo respeito comum. Aqui deixo esse excerto, em castelhano, porque não tive tempo de traduzir mas também porque quem quiser mesmo o lerá com toda a facilidade:

«Lanzarote, en casa de los Saramago

En una isla desierta no habitada por la naturaleza, fosilizada por la lava seca negra rojiza, que siempre nos recuerda que estamos ahí hasta tanto ella lo quiera, viven mis amigos.Llegamos el viernes al atardecer.
Su  casa  es  blanca  y  hermosa,  está  arreglada  cuidadosamente  con  muebles  cálidos  y  objectos raros que han traído de viajes, o que les han regalado. Tienen muy buenos cuadros. Por fuera una galería da al mar; pero ellos van poco, tienen demasiado trabajo, están permanentemente luchando por sus convicciones.
En este sentido puede decirse que son verdaderos creyentes, de esos que van dejando la vida por lo que creen.
No es necesario preguntar si el blanco de las casas les recuerda a la ciudad blanca, hermosa, Lisboa. Tiene también de la Sevilla natal de Pilar hasta sus macetas con malvones.
José  trabaja  muchas  horas  por  día  en  su  escritorio. Acaba  de  terminar  un  libro. Y  los  dos intervienen constantemente en todos los combates posibles por una vida más justa y más humana.
Hace un rato no más, Pilar me trajo una declaración escrita por José para que yo la firme junto a él, en defensa de los indios mexicanos.
Por supuesto que lo hice. Siempre he luchado por esas antiguas culturas que tanto tendrían para enseñar a este mundo mecánico y deshumanizado.
Comimos juntos en la cocina, en una intimidad honda y sin palabras.

Al día siguiente

Desde que llegué casi no he podido hablar. Me había prometido no morir sin antes visitar sucasa. Tantas veces él se llegó a la mía, a mi vieja casa de los Santos Lugares, que no quería fallar.
Vine entusiasmado.
Quería rendirle ese homenaje que tantas veces él me hizo a mí.
Sin embargo la cercanía me llegó tan profundamente que no pude hablar. Creo que veo en él reflejada toda la energía, y la capacidad que yo he perdido. Como si de golpe me sintiera mucho más viejo.
Con Pilar es más fácil, siempre es así con las mujeres.
Pilar es una mujer excepcional que vive sin descanso, entregada a los demás. Sin ni siquiera
aparecer, algo muy de mujer, de extraordinaria mujer.
Sobre ella, José nos mostró algo que había escrito:
“Eu escrevo, Pilar escreve, traduz, fala na radio, cuida do marido, cuida da casa, cuida dos caes, faz as compras, faz a comida, trata da roupa, despacha a correspondencia, dialoga com omundo, organiza o emprego do tempo, acolhe os amigos que vëm a vernos, e escreve, e traduz, e fala na radio, e cuida do marido, e da casa, e dos caes, e sai para fazer as compras, e volta para fazer  a  comida,  e  escreve,  e  traduz,  e  fala  na  radio,  e  trata  da  roupa,  e  acolhe  os  amigos,  e continua,  incansável,  a  dialogar  com  o  mundo,  e  diz  Estou  cansada,  e  logo  diz  Näo  tem importancia. Eu escrevo.”
También vimos que en su casa los relojes están detenidos a las cuatro de la tarde, la hora en que se conocieron. Se lo contó José a Elvirita, según ese modo que tiene de ser silencioso pero muy arriesgado.

Atardece

La  primera  tarde  José  nos  llevó  hasta  los  volcanes  y  luego  al  mar,  al  borde  mismo  de  un tremendo acantilado.
José nos cuenta que la lava volcánica cubrió las dos terceras partes de la isla, y rellenó no séqué gran cantidad del mar. Todavía hay volcanes en ebullición.
No  me  hizo  gracia,  le  dije  a  José  que  volviéramos,  que  no  me  es  un  placer  este  tipo  de programas, y más bien me aterran.
José y Elvirita se rieron. Pero ella fue luego a verlos con Nicolás. Una locura.
Me estremece la naturaleza negra y cenicienta de ese lado de la isla. Es un paisaje apocalíptico.
Como podría quedar la tierra toda si sigue prosperando la estupidez y el egoísmo criminal de los que tienen el poder de decidir el destino de los demás.
Las  tragedias  humanas  y  ecológicas  se  suceden  sin  que  nada  convierta  la  conciencia  de  la mayoría de los gobernantes y grupos o mafias con poder. No les importa que sus descendientes vayan a  sobrevivir,  si  pueden,  en  un  planeta  frío,  inhóspito,  sin  árboles.  Ellos  siempre  creen  estar  en problemas mayores que invariablemente tienen que ver con el dinero que todavía pueden ganar o apropiarse.

Domingo, otro día de sol.

Me es imposible hablar con José. Se me cierra la garganta. Un pudor que me calla.
Me había prometido no morirme sin ir a visitar a José a su casa y ahora me siento frente a él sin poder decir palabra. Pilar cocina con placer y muy rico. Se nota cómo se quieren, algo se palpa entre los dos, como si compartieran un secreto que tal vez ni ellos mismos sepan.
Me da vergüenza, permanentemente estoy diciendo que no comeré esto o aquello, o no recuerdo bien lo que quiero decir y me callo. ¡Ya tengo tantos años!
Antes cualquier falta de memoria me amargaba y me rebelaba, me parecía que sin memoria uno dejaba de ser quien era.
Pero en este tiempo final comprendo que todo lo que atesoramos como conocimientos, como recuerdos, nos abandona; que nada podemos hacer por retenerlos. Se desprenden y va quedando el paso del tiempo pero no los hechos pasados.
La vejez no es el tiempo de la memoria, sino de la constatación del olvido, de la fínitud, lo queya no vuelve, lo que ya fue. De lo que fue y ya no vuelve.
También la memoria va viviendo esa muerte.
El olvido es esa conciencia de haber perdido buena parte de lo que creímos lo más propio.
Esta mañana, hablando con Nicolás, le pregunté si hace quince años me olvidaba de las cosas como ahora. No sé, me dice y agrega, se me ha olvidado. Nos reímos juntos.
Cree que me olvido más bien de las cosas y los detalles, no de los sentimientos, nunca de las cicatrices de la vida.
Sí, es así, le digo.
Lo miro, el silencio y la sonrisa de este muchacho me llamaron siempre la atención.
Seguimos conversando, me alivia hablar de esto que tanto me ha dolido.
Y al rato llegamos a pensar que el olvido da otra oportunidad.
Mientras se es joven uno cree que controla la vida, que ella responde a nuestra voluntad, pero cuando uno llega a la vejez, sabe que no es así. Los  viejos  aprendemos  a  desprendernos,  a  no  seguir  acumulando  en  la  memoria,  atesorando como  una  posesión  incomparable  e  irreductible.  Recordar  es  como tener,  y  cuando  uno  se  va haciendo tan viejo, va perdiendo, caen los recuerdos como las hojas de un árbol.
Mientras recordamos tenemos ese timón, pero el olvido nos deja a merced de las aguas, de losvientos, de la vida. Todos en la vejez terminamos siendo pobres.
De otra manera, ahora en la vejez se siente más, se agradece más, mucho más. Como la gratitud a José.

Más tarde

La otra mañana me paré frente a una de las muchas bibliotecas que hay en la casa. Tomé com emoción el Ricardo Reis, ese magnífico libro. También estaba allí Ensayo sobre la ceguera, libro de violenta lucidez.
Se levantaron trabajosamente, vacilando, con vértigo, agarrándose unos a otros, luego se pusieron en fila, primero los ojos que ven, luego los que teniendo ojos no ven.
Su literatura es estremecedora. Sus personajes se nos aferran al alma, como el alfarero de La caverna. Un hombre moldea sus piezas de alfarero a la vez que encuentra en ellas la marca de la tierra, el valor, su dignidad.

Lunes

Conocimos un matrimonio del que seremos amigos, si la vida lo permite. Fabio y Adine son gente formidable. Él es colombiano y ella italiana, viven en Milano.
Con ellos, Pilar y José nos llevaron a ver la casa de César Manrique.
La casa es de una belleza tremenda. Está construida dentro de la tierra volcánica; se diría que está  sumergida  en  ella,  encajada  dentro  de  las  piedras.  Yo  no  podría  vivir  allí,  es  demasiado inquietante, estremecedora, pero bellísima.
Las plantas, mayormente cactus y palmeras, te rodean, tanto dentro como fuera de la casa. En el baño, al borde mismo de la bañadera crecen filodendros y otras plantas desconocidas para mí, que impresionan, como la burbuja volcánica dentro de la casa o la arena que cae hacia el interior desde una ventana.
Después  fuimos  a  comer  al  borde  del  mar.  Estábamos  Pilar  y  José,  Adine  y  Fabio  con  su pequeña, Nicolás, Elvirita y yo.
Quizá por lo que había estado pensando o descubriendo, se me fue toda tristeza y la comida resultó serena, entre viejos amigos que no necesitan hablar. Momento de entrañable paz.

Martes

En un lugar sobrecogedor aunque hermoso, Timanfaya, José nos contó historias de la isla, nos habló de la cercanía con África, de las pateras, de la falta de agua y de cómo habían venido a vivir ellos a Lanzarote.
Por las tardes, Pilar venía a conversarme. Yo sentía su bondad como el abrazo que diéramos a un herido. Veía nítidamente en José a quien yo había sido y no era. Pero ahora ya no me dolía la vejez. Era tanto lo que sentía que no podía prestar atención a lo que se hablaba.
El  último  día  José  vino  hasta  el  auto,  me  abrazó  y  nos  despedimos.  Quedó con  su  mano levantada hasta que el coche desapareció. A mí se me caían las lágrimas.
Algo de la vela, escrito por José:
(...) una vez más ante el archiconocido fenómeno de la vela que al extinguirse levanta unaluz  más  alta  e  insoportablemente  brillante,  insoportable  por  ser  la  última  no  porque  la rechacen nuestros ojos, que bien querrían seguir absortos en ella.
Hace ya tiempo que nos tratamos de hermanos.
Emocionante  despedida  de  Fabio  y  Pilar  en  el  aeropuerto.  Daban  ganas  de  volver  al  día siguiente, sólo para decirles que no había sido la última vez.»

quarta-feira, 6 de agosto de 2014

UM HAMLET AFRICANO

                                                                             Tapiès

Anteontem à tarde um meu vizinho ocasional de café, pessoa que nem conhecia mas com quem tive uma conversa de circunstância, mostrou-me no telefone um vídeo de cinco minutos onde se via um linchamento colectivo – tendo aí sido mortas cerca de seis pessoas. Fiquei embatucado (nunca se tem estômago para a violência e a brutalidade selvagem e cega das multidões) e a matutar como conseguiria traduzir a indignação que me foi subindo do estômago à cabeça e que me fez dar milhentas voltas na cama.
Ontem, às sete da manhã fui dar uma aula dedicada a Hamlet. Quando saí da aula fui tomar um café, decidido a ler um bocado. Mas a moinha não deixou, às 9h30 abri o computador e às 11h30 tinha a pequena peça escrita. Uma catarse por via dum pastiche shakespeariano, inclusive na linguagem.
O caso a que o vídeo reporta, dizia, passou-se o ano passado, no centro de Moçambique, mas estamos a vê-lo em Gaza, em milhentos lugares.
Se estivesse em Gaza escreveria sobre Gaza (aliás já o fiz em «Combate de Flautas», três cartas a três poetas árabes, editado pela &etc.).
Agora estou em África, dói-me África mais directamente. É o humano que está doente e espalha a barbárie em todas as coordenadas. Que a literatura seja uma medicina, a possível. Pelo menos para mim, que vi, e ainda não sacudi o estupor.



UM HAMLET AFRICANO



Hamlet anda insone pelos corredores do palácio. Olha para a janela, ainda é noite.

HAMLET
Depois desta noite
não passarei de um bastardo…
que maldição… e que a noite não encalhe
no limiar da dor
e a sua língua volte a escorrer,
inocente cascata, nas palavras que clareiam,
e que seja o seu miolo lavável,
passível de ser esquecido,
sem trazer, tormentoso,
ao espírito o promontório                         
que vicia na contemplação da borrasca.
Que a noite polinize a manhã
e arda nela a tua alma como o matutino
que foi lido e embrulha agora o peixe
no mercado, esquecida de si
mesmo e com a paz com que a pedra
se redime ao sol.
Quero ser pedra, sim.

Senta-se no parapeito de uma janela, enquanto atrás de si a luz vai mudando, fazendo chegar a alba.
A sua mãe entra em cena, os óculos de ler pendidos no peito.

GERTRUDES
Falavas com quem, filho? Ouvi-te…

HAMLET
Falo com a sombra, mãe,
com este rio
que não me cessa de ser frio.

GERTRUDES
Às vezes assustas-me, filho,
desconcertas-me em falas
que me esfumam a razão.
Que tens tu a apaziguar na tua sombra?

HAMLET (evasivo)
Enlaça-me a dor, e como um baloiço
sobe e desce…

GERTRUDES
Vê, a manhã nasce sem culpa.
Que te pode trazer tão sombrio?

HAMLET
Não viu a mãe, esta noite, um fogo que mordia o céu,
como as esporas nos cavalos, em negros cachos?

GERTRUDES
Quando viste tu, o que tanto te afecta?

HAMLET
Um fumo frondoso, espesso e escuro tomou
esta noite conta da cidade e penetrou nela
como um caroço que tem a esconder
no centro do fruto
um mal que não se dissipa.

GERTRUDES (metendo os óculos na cara)
Meto os óculos, não porque vá ler,
mas para me defender de ti… filtro
as tuas palavras amargas - que algo
de bom há-de ter acontecido algures.

HAMLET
Em algures e talvez também em nenhures,
mas entretanto vá a mãe à janela
e inspire fundo,
e diga-me depois que odor
se recorta no azul do céu. Vá, mãe…

GERTRUDES
Se precisas tanto que te sossegue, filho…

HAMLET
Não hesite mãe… Redobro o meu pedido: vá…

GERTRUDES
Se insistes... (chega-se à janela e inspira)
há um leve aroma adocicado…

HAMLET
São os degraus com que a cinza chega ao céu…

GERTRUDES
Que cinza filho, só vi um azul onde se podem enxotar as moscas.

HAMLET
Mas sentiu?

GERTRUDES
Levemente. Pareceu-me que algo se infiltrava no ar… semi-doce. Não sei definir…

HAMLET
E ouviu gemer?

GERTRUDES
Porquê? Vi a torre da igreja ao fundo
e o coreto a meio
e chegada à janela não se via vivalma…
Quem poderia ouvir gemer?

HAMLET
Dormem ainda, depois do massacre…

GERTRUDES
Falas por enigmas e os labirintos assustam-me…

HAMLET
… porque se me desconjunta o futuro
antes que o próprio comboio
se entronize nas calhas do tempo.
Escusas de matar o pai, o kutchinga está feito.

GERTRUDES
Deliras… o teu transe desacredita-te.

HAMLET
Antes não tivesse visto, mãe. Antes
morresse antes de ter visto
os fantasmas tomarem forma
e a violência engrossar neles o sangue. 

GERTRUDES
Pões-me nervosa. O que viste
então, estando eu adormecida?

HAMLET
Vi que uma mole humana subia a serra
com archotes e num alarido
e pensando que fosse um meteoro
que ali caía, segui-os. Que o tempo
me tivesse cegado com a sua lima de ferro,
mas tinha de assistir para saber como o homem
não é mais que a maçã que apodrece
num tiquetaque…

GERTRUDES
Cada palavra tua me acorda para as sirenes
em Gaza…

HAMLET
Deixe que o distante se faça distante
e antes aproxime, mãe, a mira dos seus,
para que não seja lisa a aspereza
do que aí vem… e a dor cobre
o seu peso em ruínas,
inflamando-as ao rubro até
que toda a lembrança espanquem…

GERTRUDES
Aproximas-me do fogo, como quem murmura…
Pé ante pé mortificas-me…

HAMLET
Que então o fumo do fogo não te embote mais
a dor daqueles que ontem arderam
pois até os antepassados que assistiam
sentiram repentino frio no prepúcio
que há tanto circundaram.
Mas, dizia-te, segui a multidão
curioso de não haver reticências e de um entusiasmo
a transportar, como o esfomeado segue
tolamente as miragens, até a de um leão. E lá em cima
na clareira com o tamarindeiro milenário,
a quem rodeiam os embondeiros onde se oferta
aos espíritos as libações e o sangue dos cordeiros,
vi que havia uma vala já feita,
como se tudo fora previamente combinado,
e que a multidão excitada chambocava
seis cidadãos que na aflição e na dor
se revezavam. Não te saberia descrever
o desorbitado naqueles olhos e o deserto
nos dos outros que pulavam com os seus cascos
sobre os desgraçados, pisando-os, e insultando-os,
enquanto os paus faziam da sua prévia fúria embalo.
Em breve as vítimas, no sonho de acharem
um reduto que os salvasse, se encolhiam
de joelhos encostados ao queixo
como os fetos no útero, e inclusive
os queixumes baixaram como se extirpados
da vida real eles sonhassem apenas aquilo.
Depois a multidão, a uma voz dos incitadores,
encheu de ramos e folhas secas a vala
e nela pegou o fogo…

GERTRUDES (a voz embargada)
Quem eram, os que estavam a ser linchados?

HAMLET
E isso salvará as aparências?
Que importa os nomes, quando tudo arde?
Quem nos salva do ódio que fez
primeiro dos outros lenha, e depois
esbraseia, voraz, à espera
que capitulemos ao seu mandato?
Quando fazemos do ódio supermercado
nenhuma prateleira nos esconderá
os seus recursos. E entre os incitadores, mãe,
entre aqueles que não renunciavam
a envilecer as suas palavras, estava o pai.
Como o chefe da polícia e dois agentes
e o secretário de bairro, e o padre,
mãe, o padre que os devia acalmar
e meter de novo na cama.
Por isso o kutchinga está feito.

GERTRUDES
Desejas a morte do teu pai?

HAMLET
Está já morto. No seu lugar senta-se
agora a infâmia. A infâmia
que se deitará no teu leito e que chegou
de um paradeiro invisível para tomar
o seu lugar, fazendo dele o parente
que morreu. Quem te acariciará
é já o incesto com o mal.

GERTRUDES
Eu não vi, filho. Que queres que julgue?

HAMLET
E é por isso Mãe África, que a partir de agora serei um actor mudo.

Sai.
Elipse.
Dirige-se para o pátio com um gerican de petróleo, senta-se a meio do pátio.

HAMLET
Quero ser pedra… mas não a pedra
do não-ser, a pedra que arde.

Deita petróleo por cima dele, depois acende um fósforo.

   
notas:
1. o kutchinga é a prática, muito em voga no campo mas também em certas franjas periféricas da cidade africana, da viúva passar a ser mulher do irmão do morto. o que aliás é o que também acontece no Hamlet
2. chambocar: um verbo que designa o acto de malhar em alguém com um cassetete ou um pau